Los cuentos de Ignacio Aldecoa reunidos en un solo volumen.
Sinopsis:
«Ignacio era un narrador de raza. Para él, contar historias era una manera de vivir. Contarlas del modo más eficaz y con el lenguaje más bello y expresivo, la meta a la que le conducían su talento, su esfuerzo y su voluntad apasionada de perfección.
Ignacio admiraba profundamente a Stevenson. Y solía contar cómo los indígenas de la isla de Samoa habían grabado un hermoso epitafio en la tumba del escritor: -Aquí yace Tusitala, el narrador de historias.. Luego, Ignacio se quedaba pensativo un instante y añadía: -Así es como me gustaría que me recordaran: Ignacio Aldecoa, el narrador de historias-.
Y sonreía. Porque Ignacio tenía una forma risueña de decir las cosas en las que creía seriamente. Detestaba la solemnidad, rechazaba la pedantería y le gustaba pasar levemente sobre los asuntos graves: la brevedad de la existencia, la inaceptable injusticia de nacer para morir, la muerte misma.» Josefina R. Aldecoa
De los Cuentos completos se ha dicho…
«Aldecoa es algo así como el Dostoyevski de ‘Pobres gentes’ pasado por el costumbrismo castellano; un realismo humanista muy personal y un objetivismo anti-intelectual que tenía sus raíces más en el primario vitalismo americano de los Hemingway o los Capote, a los que leyó con avidez, que en el compromiso social de la generación del 50 a la que perteneció.» Iñaki Ezkerra, El correo español
Conoce a Ignacio Aldecoa:
José Ignacio de Aldecoa Isasi (Vitoria, 24 de julio de 1925 – Madrid, 15 de noviembre de 1969) fue un escritor español, autor de novelas y poesía, destacó como autor de relatos cortos. Trabajador «serio», llegando a pecar de virtuosismo en opinión de Max Aub, recibió el premio de la Crítica en 1958. Su muerte a los 44 años de edad no mermó sin embargo la importancia de su figura en el contexto del nuevo realismo de la narrativa de los años 50 en España.
Fue hijo de una familia de la burguesía de la capital alavesa. Estudió bachillerato en un colegio Marianistas de Vitoria y en 1942 se marchó para estudiar Filosofía y Letras en la Universidad de Salamanca, donde coincidiría con Carmen Martín Gaite, compañera de generación, y donde a pesar de dedicarse más a la vida de tuno que al estudio, aprobó sin dificultad la licenciatura en 1945.[cita requerida] Se trasladó entonces a Madrid para doctorarse allí. Huésped en una pensión del centro de la ciudad (la Pensión Garde de los ‘postistas’), comenzó a frecuentar las tertulias literarias de los cafés Gijón, Lion, etcétera, donde conocería a otros escritores de posguerra como Jesús Fernández Santos, Rafael Sánchez Ferlosio y Alfonso Sastre, y coquetearía con los integrantes del postismo.
Empezó publicando libros de poesía (Todavía la vida, en 1947, y Libro de las algas, en 1949); en ese periodo entabla relación con Josefina Rodríguez, con la que se casa en 1952. Antes, en 1948 había publicado su primer cuento, La farándula de la media legua, y en 1953, «Seguir de pobres» obtuvo el premio de la revista Juventud; un año después publicaría su primera novela El fulgor y la sangre, una historia sobre cinco esposas de guardias civiles, para la que el escritor hizo un recorrido por pueblos perdidos de España acompañado de Fernández Santos, y que resultaría finalista del Premio Planeta.
Hacia 1955 se unió al proyecto de la Revista Española,a en la que participarían muchos de los escritores importantes de la Generación del medio siglo, y que dirigía Antonio Rodríguez Moñino y sus habituales de la tertulia del Café Lion. En 1958 viajó a los Estados Unidos, donde estuvo durante un año.
Aldecoa, aficionado a los toros y el boxeo, enamorado del mar a pesar de ser vasco de tierra adentro, y recordado por varios de sus amigos y biógrafos como un vitalista, incansable fumador y bebedor, murió de un paro cardiaco, víctima de una úlcera de estómago a los cuarenta y cuatro años de edad.
El conjunto de su obra narrativa sigue la corriente neorrealista, iniciada en España en la década de 1950, abundando en la visión literaria de los desfavorecidos y desamparados. Adaptó el riguroso realismo anglosajón a la literatura española, de forma que sus cuentos poseen el sabor de una experiencia realmente sentida y vivida, gracias a su agudas dotes de observador y a su gran contenido humano. Casi siempre escoge a gente humilde cuya cotidianeidad expone con ternura, dejando que el contenido social se deduzca naturalmente de la humanidad de su propia visión.
Algunas obras suyas fueron adaptadas al cine y televisión con guiones firmados por él mismo (Young Sánchez, Quería dormir en paz…) o por otros autores (Los pájaros de Baden-Baden, Con el viento solano…) y también escribió guiones originales para esos medios como en el caso del ‘biopic’ Gayarre o del documental El pequeño río Manzanares.
Algunos libros de Ignacio Aldecoa:
Una realidad tierna y cruda
Siempre es un lujo volver a Ignacio Aldecoa. No ha tenido nunca el reconocimiento de otros escritores de su generación, quizá por moverse principalmente en el relato corto, pero es sin duda uno de los narradores de culto de las letras hispanas. Cuando nos acercamos a su prosa siempre acabamos como todos los que se acercaban a él en el Madrid de los cincuenta. Terminamos aldecolizados, presos de su genialidad y de su formidable capacidad narrativa. En este caso, Visor ha tenido el acierto de reeditar diferentes textos en los que el protagonismo lo acaba tomando el paisaje o la ciudad en la que se mueven los personajes. Por una parte tenemos un detallado, exhaustivo y recomendable acercamiento al País Vasco.
Pocos como Aldecoa han sido capaces de colocar el foco justo donde más debe brillar para sacar la esencia, las singularidades y los atractivos de las tierras vascas. También nos lleva a un paisaje totalmente distinto, y hasta cierto punto antagónico, con el Diario de un godo. En este caso recrea y describe el archipiélago canario isla a isla, incluso añadiendo la mitología de la isla de San Borondón. Viajó mucho a Canarias Aldecoa, y supo mirar a las islas con los ojos del marino que se deje seducir por la tierra que pisa.
Por último, el libro se completa con tres relatos que tienen a Madrid como gran protagonista. Todo el recorrido por El Foro resulta indispensable si uno quiere reconocer el Madrid de los cincuenta, pero leer Pájaros de Baden Baden, con el mar metafórico visto desde el Paseo Rosales, es un motivo más que suficiente para acercarse a este libro. Descubran a Ignacio Aldecoa. Acérquense a sus textos. Pocas veces la lengua castellana se ha escrito con tanta calidad.